El uso
de la religión como elemento unificador empezó a coger impulso. Se impone a la
población el seguir la religión del rey.
En 1492
los Reyes Católicos firman la expulsión de los judíos de suelo español debido a la práctica de la usura, actividad
que se encontraba prohibida a los cristianos.
En 1608 comienzan a ser expulsados los moriscos bajo razones de tipo social y
religioso. Igualmente son rechazados por el apoyo que prestan a Marruecos,
Argelia, Turquía y Túnez con la finalidad de desestabilizar el sureste del
territorio español.
En 1478 se establece la Santa Inquisición por acuerdo del Papa
Sixto IV y los Reyes Católicos, convirtiéndose en aparato político del estado
creado con la finalidad de mantener la unidad espiritual y religiosa, llegando
incluso a servir de instrumento regulador del orden social.
El Santo Oficio constituía una
jurisdicción estatal religiosa en la que los componentes eran nombrados por el
Rey siendo aprobado su nombramiento el Papa (doble dependencia). El Inquisidor General era la máxima
autoridad en el asunto y los familiares
de la inquisición funcionaban como una especia de policía y de
investigación. Si el hereje se presentaba de manera voluntaria daba lugar a una
penitencia suave pero si la actuación era de oficio se establecía un complicado
proceso donde el citado quedaba incomunicado e indefenso, podría quedar
sometido a tortura e incluso ser condenado al destierro, sambenito o
relajamiento al brazo temporal (quemado en la hoguera previa lectura de su
sentencia).
La
Inquisición fue suprimida en 1834.